
Hace ya bastantes años, en un reino más allá de la mar vivía una niña que podéis conocer con el nombre de Annabel Lee. Esa niña vivía sin ningún otro pensamiento que amarme y ser amada por mí.
Yo era un niño y ella era una niña en ese reino más allá de la mar; pero Annabel Lee y yo nos amábamos con un amor que era más que el amor; un amor tan poderoso que los serafines del cielo nos envidiaban a ella y a mí.
Y esa fue la razón por la cual, hace ya bastante tiempo, en ese reino más allá de la mar un soplo descendió de una nube, y heló a mi bella Annabel Lee, de suerte que sus padres vinieron y se la llevaron lejos de mi para encerrarla en un sepulcro, en ese reino más allá del mar.
Los Ángeles que en el cielo no se sentían ni la mitad de lo felices que éramos nosotros, nos envidiaban nuestra alegría a ella y a mí. He ahí porque (como cada uno lo sabe en ese reino más allá del mar) un soplo descendió desde la noche de una nube, helando a mi Annabel Lee.
Pero nuestro amor era más fuerte que el amor de aquellos que nos aventajan en edad y en saber, y ni los ángeles del cielo ni los demonios de los abismos de la mar podrán separar jamás mi alma de la bella Annabel Lee.
Porque la luna jamás resplandece sin traerme recuerdos de la bella Annabel Lee; y así paso largas noches tendido al lado de mi querida,- mi querida, mi vida y compañera-, - que esta acostada en su sepulcro más allá del mar,en su tumba al borde de la mar quejumbrosa.
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