jueves, 2 de mayo de 2013

Las Tres Plumas por Los Hermanos Grimm


Este era una rey que tenía tres hijos, siendo el pequeño muy bueno y modesto; en cambio los dos mayores eran vanidosos y presumidos. El menor como solía hablar muy poco, era conocido con el sobrenombre de Simplón. 


Cuando el rey vio acercarse la hora de su muerte, decidió dejar el trono al hijo que le trajera el más vistoso regalo, y escogió para tal, un tapiz. Para el efecto, arrojó tres plumas al aire y decidió que cada uno de los príncipes tomase la dirección de la pluma que le correspondía. Una pluma se dirigió hacia el Este, y el hermano mayor tomó esa dirección. Otra pluma fue hacia el Oeste y el segundo hermano marchó hacia allí. Pero la tercera pluma cayó al suelo y Simplón no tuvo más remedio que permanecer allí mismo, en el lugar donde cayó su pluma. 

Simplón quedo muy triste, sin atinar a nada, pero de pronto vio una trampa en el suelo, donde había caído su pluma. Abrió la trampa y vio que debajo de ella había una escalerilla por la cual descendió. Al final había una puerta y llamó en ella. 

Quedó asombrado al ver que salía a abrirle a una rana de enorme tamaño, rodeada de otras pequeñitas. -¿Que es lo que deseas?- preguntó la rana grande al príncipe Simplón. Este contestó que estaba en pos del tapiz más hermoso y raro que hubiera, para llevárselo a su padre. La rana sacó de un baúl el tapiz más bello que uno pueda imaginarse, y se lo dio al príncipe. Este agradeció mucho el obsequio y corrió a dárselo a su padre. 

Cuando los otros hermanos presentaron al rey unos tapices de escaso valor, éste le dijo: -¡Tuyo es el trono Simplón! Los otros dos hermanos, descontentos otra prueba, a la cual accedió el monarca y lanzando al aire nuevamente las tres plumas, la pluma que correspondía a Simplón cayó al suelo, y el príncipe bajó enseguida por la trampa y dijo a la rana.  

-Mi padre quiere ahora la más linda sortija del mundo. La rana sacó de un estuche la más primorosa sortija que podamos imaginarnos, y con ella corrió Simplón al palacio. Los otros hermanos, creyendo que Simplón no hallaría tal joya llevaros a su padre las primeras sortijas que encontraron, las cuales, realmente no tenían gran valor. Así que el rey dijo: -¡Simplón a ti te concedo mi reino! 

Los envidiosos hermanos consiguieron nuevamente que el rey impusiera una nueva prueba, y éste pidió que le trajeran la mujer más bella del mundo. Al arrojarse las tres plumas al aire, volvió a suceder como las veces anteriores, y Simplón bajó al subterráneo y pidió a la rana encantada lo que el padre pedía esta vez.

-Aunque esto es un poco más difícil de conceder-dijo la rana grande-, sin embargo, en gracia de a tu modestia y buen corazón, te lo voy a otorgar. Coge esta zanahoria hueca y ata a ella seis ratoncitos blancos. Luego coloca dentro de la zanahoria una de mis ranitas y veras en seguida. 

Simplón cumplió al pie de la letra las indicaciones de la rana encantada, y en cuanto hubo entrado la ranita encantada en la zanahoria ¡oh maravilla !, se transformo en una bellísima joven; los ratones en briosos caballos blancos, y la zanahoria en una magnifica carroza. 

Desbordante de alegría, Simplón besó la mano de la graciosísima  joven y, juntos en el elegante carruaje, se trasladaron al palacio. Poco después pasaron los hermanos con dos robustas aldeanas, imaginándose que Simplón no hallaría ninguna linda mujer. Apenas vio el rey a la bellísima joven que trajo su hijo menor, le dijo: -¡Tú serás mi heredero! ¡Has ganado tres veces y te lo mereces! 

Los tres hermanos no pudieron quedar en armonía, pues los dos mayores volvieron a reclamar al rey que se realizase una ultima y definitiva prueba. Propusieron que heredaría el trono aquel que se casase con la mujer que fuese capaz de saltar a través de un aro que colgaba del techo del salón. 

Estaban seguros que la joven que trajo Simplón no podría hacer la prueba, y sí, en cambio, las campesinas que ellos trajeron. Comenzaron la prueba y las aldeana fueron las primeras en saltar, pero las dos cayeron pesadamente al suelo, rompiéndose las piernas en el intento, sin lograr pasar por dentro del aro. En cambio, la delicada compañera de Simplón, salto con gracia y agilidad, ganando así el premio ofrecido por el rey, que consistía en ser esposa del heredero del trono, que fue el modesto Simplón. 

Y como la felicidad tenía que llegar, llego esta vez y la enamorada pareja vivió feliz muchos años.       

                   

miércoles, 1 de mayo de 2013

Annabel Lee por Edgar Allan Poe



Hace ya bastantes años, en un reino más allá de la mar vivía una niña que podéis conocer con el nombre de Annabel Lee. Esa niña vivía sin ningún otro pensamiento que amarme y ser amada por mí. Yo era un niño y ella era una niña en ese reino más allá de la mar; pero Annabel Lee y yo nos amábamos con un amor que era más que el amor; un amor tan poderoso que los serafines del cielo nos envidiaban a ella y a mí. 


Y esa fue la razón por la cual, hace ya bastante tiempo, en ese reino más allá de la mar un soplo descendió de una nube, y heló a mi bella Annabel Lee, de suerte que sus padres vinieron y se la llevaron lejos de mi para encerrarla en un sepulcro, en ese reino más allá del mar.

Los Ángeles que en el cielo no se sentían ni la mitad de lo felices que éramos nosotros, nos envidiaban nuestra alegría a ella y a mí. He ahí porque (como cada uno lo sabe en ese reino más allá del mar) un soplo descendió desde la noche de una nube, helando a mi Annabel Lee. 

Pero nuestro amor era más fuerte que el amor de aquellos que nos aventajan en edad y en saber, y ni los ángeles del cielo ni los demonios de los abismos de la mar podrán separar jamás mi alma de la bella Annabel Lee. Porque la luna jamás resplandece sin traerme recuerdos de la bella Annabel Lee; y así paso largas noches tendido al lado de mi querida,- mi querida, mi vida y compañera-, - que esta acostada en su sepulcro más allá del mar,en su tumba al borde de la mar quejumbrosa.